La palabra Ikebana (“Flor viviente”) se utiliza para describir el arte japonés del arreglo floral. Un arte que va mucho más allá de realizar arreglos florales con una estética determinada, se trata de una forma de expresar un respeto profundo hacía la naturaleza a través de composiciones que pueden incluir desde flores hasta ramas, frutos o semillas.
Más allá de perseguir objetivo estético, el Ikebana se utiliza como método de meditación, creando un espacio de conexión contigo mismo y la naturaleza e invitándote a la reflexión y a la relajación. Con esta práctica uno cultiva la paciencia y la tolerancia, así como la capacidad de bajar el ritmo y apreciar la belleza de las pequeñas cosas de la vida.
Aunque el Ikebana es una expresión artística, sí existen unas determinadas reglas a seguir en las creaciones. Por ejemplo, en esta disciplina siempre se debe representar el triángulo hombre-tierra-cielo, todos los elementos utilizados en la composición deben ser de origen orgánico (ramas, hojas, hierbas, flores, frutos, semillas …) y el trabajo se debe llevar a cabo en silencio, con un enfoque minimalista y apreciando la belleza de cada elemento utilizado.
Al utilizarse únicamente elementos orgánicos, las obras son efímeras, lo que inevitablemente te lleva a reflexionar sobre el paso del tiempo: el pasado, que podría ser simbolizado por hojas secas o flores muy abiertas; el presente, emulado por hojas verdes; y el futuro, representado por capullos o yemas de hoja.
¿Cuáles son los orígenes del Ikebana?
Para encontrar los orígenes de esta disciplina debemos remontarnos varios siglos atrás, concretamente en el siglo VI, cuando con la introducción del budismo en Japón llegó la costumbre de realizar ofrendas florales en el altar. En esta época los sacerdotes empezaron a realizar arreglos florales con cierto simbolismo, aunque sin ninguna forma o diseño que siguiera ningún sistema de normas en particular.
En el siglo XIV, los arreglos florales se popularizaron y se empezaron a utilizar para conmemorar numerosos festivales celebrados en templos y santuarios. En esta época, surgieron los primeros tokonomas, pequeños cubículos con un altar donde se colocaba una vela, incienso y un arreglo floral. Más adelante, estos espacios pasaron a integrarse en las casas, convirtiéndose en lugares sagrados dentro de éstas.
No fue hasta finales del siglo XV cuando, con la explosión de desarrollo artístico en Japón, empezaron a surgir las primeras escuelas de Ikebana. Ikenobo Senkei era el principal maestro de arreglos florales en este momento y fundó la primera escuela de Ikebana, la Escuela Ikenobo, donde surgió el rikka (“flores de pie”), un estilo que fue usado principalmente en ceremonias.
Cursos de Ikebana
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